Rino y yo

Una alfombra de cemento gris salpicada de violeta resiste el peso de una ciudad que arde, el mundo arde, el cielo no muestra esperanza, mucho menos el aire, ni siquiera se si hay aire, no siento que algo sano entre por mi nariz, estoy sofocada. Un rinoceronte negro invisible me persigue, me acosa constante, me avienta y resopla en la cara su magnitud y poder, pero no me aplasta, es una tortura silenciosa que nadie mas puede compartir, nadie puede ayudarme a salir de esta persecución, por que nadie la puede ver y mucho menos sospechar. Así camino por la plaza atorada en medio del mundo atascado, inmenso de ruidos, del pesado flujo de la humanidad. 

La plaza es una especie de barca de la que asirse cuando todo se viene encima, pero no me salva del resoplido del rinoceronte gigante; y yo quiero querer al Rino, porque se que tal vez es el último, creo que por eso está tan enojado. No, no está enojado, ha perdido la razón, le ha explotado la razón ante tanta soledad rinoceronte, ante tanto caos, ante tanta desesperanza. Él también está ardiendo, me persigue, porque se incendia por dentro, pero ¿por qué me persigue? ¿quiere mi ayuda? ¿quiere quemarme también? ¿para irnos juntos, para no estar tan solos? ó ¿quiere que lo abrace y mi agua lo calme? 

No se si tengo agua Rino, yo no se si pueda apagar tu furia de consciencia y desesperanza; pero te puedo abrazar y cantarte canciones sin letras, acurrucarte entre mi cuerpo hasta que pase el incendio, hasta que se extinga junto a la vida, tal vez me vaya también. Rino negro, querido Rino negro ¿Puedes parar? Tiéndete junto a mi, aquí en este escalón, veamos el cielo, descansemos tantito, ya se que quema Rino, pero ven, vamos a contemplar un segundo el mundo, cierra los ojos Rino, ¿puedes sentir ese airecito corriendo por tu frente? 

Sí Rino, a mi también se me han venido todas las lagrimas encima, toma unas, las pongo en tus ojos, ¿Alvia un poco el ardor? Ya se, dura solo un segundo, pero aquí tengo más, ¿Dónde te quema más? deja, que ahí te lloro.