La rata de metro

Por: Marcia Donato

Entre vías electrificadas, piedras, basura y restos suicidas vivía la rata de metro. Sus días eran acompañados de varias cucarachas amigas; contrario a lo que se cree, las cucarachas eran los seres mas elegantes en la larga ruta subterránea, brillantes y esbeltas.

Cada mañana, la rata de metro salía de su madriguera a ejercitarse, era muy consiente de la importancia de su salud, sabía leer y no en vano los humanos le llenaban el paisaje con mensajes en favor del ejercicio. así que antes de que el gusano naranja comenzara a funcionar, ella corría de tres a cuatro estaciones, según estuviera su estado de ánimo. Al terminar, se acicalaba para evitar piojos y otros parásitos que los humanos esparcían por todos lados; era un problema compartir el hábitat con semejantes bichos. Pero la vida no era perfecta: lo sabia tras su última depresión, sufrida por aquello de sentirse fuera de lugar. A eso del medio día se dedicaba a seleccionar artículos útiles para el hogar y en la tarde a buscar comida. Cenaba con las cucarachas, que hablaban de cultura, de los parientes escarabajos egipcios, de polillas de la biblioteca de Alejandría, pues eran más viejas que cualquier habitante del metro. Por las noches, para cuidarse de malos olores, reposaba en un lecho de nardos traídos de Jamaica; que mal gusto el de estos vecinos.

Y así transcurría su a diario hasta que un día, después de su carrera matinal, al pasar por el andén saturado, sintió una mano obscena tomarla; miró los ojos del atacante: un humano gordo y sudado. “Asqueroso ser”, pensó la rata de metro y, aunque quiso morderlo, el otro pegó la mordida primero.

Fin

Comentarios

  1. Muy buena retrospectiva; de ser ella, lo mismo pensaría pásate a mi blog acabo de empezar y comenta que tal esta. Saludos.
    http://www.blogger.com/rearrange?blogID=1234367481941778235

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