Cabello largo, tacones cortos

(Como ir vestida a un aeropuerto) 


El vestido blanco es mas fresco que el vestido azul, pero el vestido azul no es tan pacifico, tan “todo esta bien” como la bandera de paz que simboliza el vestido blanco. El cuello del vestido blanco se abre en un escote mediano al frente, el vestido azul pinta una línea horizontal entre el cuello y el pecho, no es un vestido que diga “veni acá, que mi cuerpo te añora”, el vestido blanco es suelto de las piernas, no requiere tacones y tampoco le estorban. El vestido azul es mas corto, me llega a la rodilla, mas justo al cuerpo, ese si requiere zapatos altos. Con el vestido blanco puedo llevar el cabello suelto o peinado en una coleta, con el vestido azul puede ir trenzado o sujeto con sencillez sin que demuestre “mira Santiago, me esmere por ti”, sin embargo la naturalidad del cabello podría comunicar un “Santiago, ves que soy la misma”. 

Los tacones darían un mensaje de erótica juventud y mira nada más que cosa: yo, Graciela, dando mensajes eróticos teniendo en la mano a Beatricita y aun costado a los hombres que amo: Rolando y Rafael, viendo de frente al hombre al que horas después le diré: Santiago, sucede que no puedes quedarte en casa, no es tu casa, es mía y de Beatricita nada mas. Vete con Rafael o con Rolando, acá no te necesito, esto no es un cuartel, ni un centro de recuperación. Se lo diré fuerte, segura de mi misma, tal vez me tiemble la voz , tal vez se me revuelvan las entrañas.

Tal vez no sea capaz. Creo que será el azul, para no dar esperanzas, el cabello suelto, peinado solo hacia atrás, para no decir que soy la misma jovencita revolucionara de hace años. Sin carmín en la boca, no vaya a pensar Santiago que quiero besarle el cuello. 

Llevaré en definitiva tacones bajos, aunque no queden con el vestido, eso será el anuncio de que algo no esta bien, de que no hay equilibrio dentro de esta imagen de mujer que pueda darle hogar a un revolucionario que después de diez años de encarcelamiento sale liberado y va en busca de su familia, la torturada, la que ha vivido libre, con el grillete del exilio. 



Nota: Graciela es la Graciela de Mario Benedetti, la de "Primavera con una esquina rota" y este texto es lo que me contó cuando la conocí.

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