La muerte de Do

Do necesita escribir un cuento, básicamente porque quiere dedicarse a eso. Parece fácil,  como encender un botón dentro de si, que eche a andar la máquina creativa. 

Seguramente Do se dice cosas como: ¡Vamos Do!, ¡Eres grande! ó ¡Bah!, nunca lo lograrás. 

La maquinaria de Do no enciende. Está paralizado, sus manos tendidas a un costado, inertes. Las piernas tampoco obedecen, son dos hilos escurridos pegados a su torso. Están aburridas de Do.

Congelado. La habitación es tibia, el piso suave, la tranquilidad esta pintada en las paredes. Hay flores en un botella y café caliente en la taza. Pero él esta congelado, gotas de si mismo inundan la madera del escritorio.

Lo miro desde el otro lado de la habitación, donde hago dibujos y escribo estas letras. Lo contemplo y le digo que lo estoy dibujando, pero Do no se inmuta, parpadea un poco, sus ojos derraman lagrimas larguísimas. Esto es tedioso, quisiera no aburrirme,  porque lo quiero, pero esto no avanza, no pasa nada. Puro llorar, puro estar congelado. Quisiera que pasara algo, que Do hiciera algo. Es raro estar amando a alguien a quien solo se debe contemplar esperando a que haga algo ademas de respirar. Es enfermo pensar que se ama a alguien que no hace nada, y uno tampoco hace nada mas que esperar al otro. Es realmente enfermo.


Me largaré de aquí. Me gustaría llevar a Do y esperar juntos a que llegue el metro, tomados de la mano, yo escuchando todos sus planes e ideas con aire animado, llenos de tanta energía que uno le cree y piensa que él realmente hará algo. Me gustaría ir juntos al metro y tomarnos de la mano, esperando a que llegue el nuevo tren, sentir el aire que me despeina a su paso, soltar, no, arrojar con energía a Do, y que al fin pase algo.

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