Harapos luminosos

Yo creo que ando cansada, de otra forma mis ojos no hubieran notado aquellas primeras gotas azules sobre el suelo de la estación.

Tal vez un cartucho de tinta roto, pero luego deseché esa teoría.

Me gusta imaginar historias, porque es divertido y sobre todo, porque solo se necesita un pretexto para arrancar.

Más gotas azules en el suelo de mármol de la estación Salto del agua, espesas gotas de azul cian. Si fuera rojo, serían sangre. Sonreí.

Fruncí el seño, más gotas en la escalera de salida. Victoria, la calle de la luz luce oscura por las noches. Caminé apenas unos pasos, mi pie resbaló levemente con algo. Una mancha cian vibraba debajo de mi zapato, alcé la vista, sentí como si una esfera de aire me explotará delante del corazón.
En el suelo un cuerpo dormía entre harapos y cartones, respiraba largo, la calle latía. Miré entre sus ropas, buscaba algo azul, lo confieso, miré con fijeza entre su pecho y pude verlo, ahí estaba: una gran mancha azul cian, luminosa.

Me quedé congelada por un instante sin escuchar un solo ruido citadino, sólo oía aire.


Creo que dejé de respirar.

El cuerpo se movió un poco, estoy segura de que vi algunas plumas. Negras, azuladas.

No, no pude más, eché a correr llena de pánico. Así fue como se me cayó el tupper lleno de sopa hecha por mamá
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