Quimera, calle perdida


La calle perdida suda, los postes se vuelven puentes. La calle está perdida en esta noche que no anochece, hay un silencio que trata de limpiarse y en el intento estornuda puntos de polvo.


Son las horas entre azul y negro, quiero hablar, tomo el teléfono para llamarte y contarte sobre la calle perdida, sobre todo me gustaría contarte de los puentes de postes y el estornudo del silencio. Quisiera llamarte, pero se me caen los dedos a pedacitos, no me asusto, no me asusto. Me asusta no asustarme, me asusta no poder cerrar los ojos. Un ardor leve sube de mi estómago a mis dientes, me aprieta, me duele. Hago todo para ignorarlo, me molesta este dolor.


Tú crees que soy muy buena, me gustaría confesarte que mi cuerpo es re verso. Decirte que soy mala con el dinero, confesarte que siento que todo lo que hago es un casi, un accidente, decirte que mi seguridad no la tengo segura, que tengo los dientes rotos, las piernas demasiado largas y el torso muy corto y que realmente no me importa, pero a veces me escondo ahí. Me gustaría decirte a voz bajita que quisiera que llegara ya el tiempo en que no deseo nada.


Voy a apagar la luz, giro tu recuerdo a la derecha de la cama. Te cuento:  Me gustan las bebidas con mucha espuma, es un secreto.


Quiero no soñar, siento como la sangre escurre y el oxígeno falta, muero de sed siendo un mar. Si abro los ojos al revés estoy ahí, en esa dimensión que no puedo explicar, sé que pertenezco a ella, sé que ahí también habito. Puedo mirar cómo me miro, ella, yo, me mira. 

Por alguna extraña razón siento vergüenza y atracción. Ella, yo, no dice nada, solo hace algo que no puedo ver, recargada sobre un escritorio de madera fina, derecha, con buena postura, su cabello recogido sin esfuerzo la hace ver tan bella, y es esbelta. No sé si soy yo muerta, porque no siento el dolor ese que traigo, no lo siento en ella, no parece estar inquieta por nada, solo me mira de reojo, sin expresión. Mira hacia adelante, como si su vista viajara a través de una ventana y yo estuviera ahí a lo lejos, como si fuera un algo que flota por ahí sin más. En esta escena hay una única figura más, un hombre, delgado, sentado sobre un sillón de piel color café, él lee, con la pierna cruzada sostiene un libro, la luz del sol me impide ver su rostro, y el de ella.


El sudor me ahoga, los postes puentes se me vienen encima, la calle perdida vuelve a sacudirse, subo, caigo, me asusto, tengo sed. ¿Sueño? El mareo es prisa y vértigo que me dispara transoceánica a una noche sin tiempo. No sabría decir si es ayer, hoy o mañana. Descubro a un par refugiado de la lluvia. El vértigo muta en calma, se acabó la sed y la entropía. Caigo toda levedad, te reconozco y a mi también.  



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